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¿Nos pasamos al DSM-5? Un debate con implicaciones clínicas, sociales y económicas
¿Nos pasamos al DSM-5? Un debate con implicaciones clínicas, sociales y económicas
La Clasificación de los trastornos mentales DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) está elaborada desde una perspectiva eminentemente estadounidense y anglófona y de su comercialización, la American Psychiatric Association (APA) obtiene importantes beneficios. La CIE es un recurso público de libre acceso cuya elaboración se enmarca dentro de un proceso global, y se elabora en diversas lenguas teniendo en cuenta la multiculturalidad mundial.
En España está muy extendido el uso del DSM IV-TR, a diferencia de la mayoría de países europeos, en los que se usa de modo generalizado la clasificación de la OMS, CIE 10.
Tras la publicación de la quinta edición del DSM, (DSM-5), diferentes instituciones y profesionales relevantes a nivel internacional han criticado esta nueva versión, así como los fundamentos en que se basan estas clasificaciones, y plantean alternativas.
Los Médicos de Familia nos enfrentamos a diario con el reto de atender a pacientes únicos, identificando y clasificando sus aspectos patológicos comunes, de sus malestares mentales, emitiendo y registrando informativamente diagnósticos de Trastornos Mentales (TM). Debemos recordar que el diagnostico de salud mental debe usarse como una herramienta al servicio de cada paciente concreto desde un enfoque bio-psico-social, procurando que la etiqueta, si hay que ponerla, sirva para ayudar a mejorar su pronostico y recuperación
Allen Frances, jefe del Grupo de Trabajo del DSM-IV, es crítico con esta quinta edición, opina que el DSM ha adquirido demasiada influencia en el mundo real con consecuencias socioeconómicas no deseables. Piensa, como ya ha sucedido en el pasado, que un cambio de un solo criterio diagnóstico de un TM puede llevar a cambios significativos en su prevalencia, número de evaluaciones, tratamientos y prescripciones realizadas, coste para los pacientes y del sistema sanitario público. En un anterior número de la revista Evidencias, ya abordamos el debate sobre la nueva clasificación de salud mental.
El National Institute of Mental Health (NIMH), agencia gubernamental de los Estados Unidos, recuerda que la ventaja del DSM es su fiabilidad ya que asegura que los médicos utilicen los mismos términos en el mismo sentido, pero su debilidad es su falta de validez, ya que los diagnósticos del DSM se basan en un consenso acerca de conjuntos de síntomas clínicos, no en medidas objetivas.
La sección de psicología clínica de la Asociación Británica de Psicología (British Psychological Society’s DCP) se opone a la aplicación del modelo biomédico para la comprensión de los TM y llama a realizar un cambio de paradigma hacia un sistema conceptual que no esté basado en un modelo de enfermedad sino en un modelo bio-psico-social, multifactorial, que tenga en cuenta los contextos en que aparecen la ansiedad y las alteraciones de la conducta y que reconozca la complejidad de las interacciones involucradas. En España más de 100 entidades e instituciones como la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP) suscriben esta visión.
Los autores que apoyan el DSM-5 lo ven como un avance y aclaran que los posibles «efectos adversos» del mismo no están intrínsecamente en el manual, sino en el uso que se le da, destacando que un error de interpretación frecuente es pensar que el DSM clasifica a las personas, cuando lo que realmente hace es clasificar los TM de las personas que los padecen.
Dadas las importantes implicaciones que se derivan de adoptar una clasificación de los TM u otra, los Médicos de Familia debemos analizar quiénes son los revisores de estas clasificaciones, cuáles los intereses en juego y cuál la metodología recordando que el DSM depende de la prestigiosa asociación de psiquiatras estadounidenses y la CIE está promovida por la OMS, responsable de desempeñar una función de liderazgo en los asuntos sanitarios mundiales.
¿Nos pasamos al DSM-5? Un debate con implicaciones clínicas, sociales y económicas. Aten Primaria. 2014;46(1):4-5
Disponible en: http://www.elsevier.es/eop/S0212-6567(13)00276-X.pdf
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